Imagen de perfilPerder la partida

Agustín Lozano Vicente 

El abogado laboralista pidió que le relatara el momento preciso en que me comunicaron el despido. El jefe de mi departamento llegó en patinete por el amplio pasillo hasta la zona de recreo donde yo le estaba esperando. Me saludó con una palmada en la espalda y me propuso jugar una partida de tenis de mesa. Durante el transcurso de la misma, explicó cómo la vieja industria había completado su proceso de adaptación a la actual organización, más «flexible y dinámica», donde lo importante no era la producción sino «invertir en talento y creatividad». Mi reclamación de aumento de sueldo, acorde al gran número de horas trabajadas, no encajaba con el «nuevo espíritu» de la empresa. Nunca pronunció la palabra «despido», sino que me «invitó» a que me tomara «un tiempo para reflexionar sobre mis prioridades y compromisos». Y eso fue todo. Además jugaba muy bien y perdí la partida.

 

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