El veredicto

Sagrario Loinaz Huarte · Aranjuez (Madrid) 

—Señoría, yo no entiendo de leyes, pero no me vengan con la triquiñuela de que no puedo construir el estanque para mis peces. —Continúe. —Horas pasé cavando entre laberintos de raíces enormes y pequeñas en el huerto de mi casa, al lado de las lechugas. Al mediodía, mi señora esposa que lleva conmigo 52 años, me trajo una paletilla de cordero al horno y las gafas, sepa usted que no veo un burro de cerca. Me comí el cordero, allí mismo, tirando los huesos al hoyo. Me dio sueño y eché una cabezada en la hamaca, bajo la sombra del nogal. Al despertarme, unos perros callejeros mordisqueaban los restos del cordero en el hoyo. Llamé a los municipales, por si tuvieran rabia, y ahora me acusan de destruir un yacimiento de fósiles de dinosaurios. —Se aplaza el juicio hasta tener un veredicto. Se levanta la sesión, toc, toc.

 

 

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