El sueño del faraón

Oscar Manuel Niño García · Bilbao 

El letrado, satisfecho con el veredicto, dejó el dossier sobre la mesa de su despacho. “El dos de agosto, a las diez y catorce, hora local, se desmoronó el yacimiento enclavado al noreste del país. Los cuerpos de los arqueólogos fueron localizados entre los restos del sarcófago. El forense documenta que encontró virutas de oro de la efigie en las uñas de varias de las víctimas. Asimismo, existe la declaración del único superviviente: habla del caos de barro y ceniza que prologó la muerte del guía de la expedición, acaecida cuando descifraba el plano del laberinto a un metro del mausoleo. Queda demostrado que las licencias de excavación fueron aliñadas mediante sobornos y triquiñuelas ministeriales. Por último y sin menoscabo de ulteriores recursos, el museo nacional indemnizará a los herederos del faraón -en el caso de que existieran- por haber roto su sueño eterno”.

 

 

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