El mundo utópico de su señoría

Mayte Castro Alonso · Valencia 

Mi vida era un laberinto de confusiones. Por el día luchaba contra las triquiñuelas de los letrados que trataban de convencerme para que mis sentencias les favorecieran. Tenía fama de ser duro y frío, pero sobre todo, justo. Por la noche, incomprensiblemente, los sueños me arrastraban al yacimiento de las emociones prohibidas. Me convertía en el protagonista de los casos perdidos. Era el asesino, el violador, el ladrón. Mi agonía solo desaparecía con la crueldad del despertador. ¿Estoy loco? Le pregunté al psiquiatra. Al mirarme, sentí lo que era estar postrado en un banquillo esperando el veredicto. Con la frialdad de un verdugo, me condenó a la toma de somníferos durante dos años. Desde entonces, cada día, cuando contemplo a los acusados, me siento dolidamente frustrado por no tener una receta mágica que los saque de sus malos sueños. ¿Por qué no es todo más fácil?

 

 

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