El juego de Smith&Wells

Rocío Stevenson Muñoz 

Creyó que se trataba de una broma. Al principio. Que era una triquiñuela concebida por la cáustica mente de su entrevistador para ponerlo a prueba. Por eso aceptó cuando le dijeron que, si hallaba el corazón del laberinto, lo contratarían en el prestigioso bufete de Smith & Wells. Es mi sueño, repuso él. Haré cuanto sea necesario. Siguió pensando que era una inocentada hasta que lo subieron al helicóptero para abandonarlo en un sendero de arena jalonado por paredes de hiedra. Entonces comenzó a inquietarse. Corrió sin rumbo fijo durante horas y, cuando la penumbra devoró los últimos filamentos de luz, continuó caminando a ciegas. Así, sin percatarse, cruzó la línea invisible que separaba la linde del camino del hondo precipicio donde se amontonaban los candidatos fallidos: un verdadero yacimiento de huesos. En el bufete se detuvieron las apuestas. Había un veredicto. Definitivamente el tipo no tenía madera de abogado.

 

0 Votos

 

Queremos saber tu opinión