Ensoñación

Eduardo Pablo Chirico · CABA - Argentina 

Juzgó como inolvidable el aroma del cigarro que plácido fumaba en la barandilla del barco. También a los ojos azabache de la bella morena que lo acompañaba. Dos botones de la noche a tono con sus interiores de negro encaje. Un sol azteca doraba los contornos del universo. La brisa fresca del mar y la contemplación de la inmensidad que rodeaba la nave, lo sumía en un mágico adormecimiento por el cual se sintió libre, majestuoso y hasta irreal. Tanto, que mirando de frente a la morena, le dijo sonriendo “Es muy bueno tomarse unos días de feria juntos. ¿No te parece, mi amor?”. La mujer, perturbada pero firme en sus convicciones, destruyó bruscamente tal ensoñación depositando al hombre y su historia en la austera realidad de su banquillo. Sus secas palabras inundaron la sala como un perfume fatal “En adelante, el acusado se referirá a mí como Su Señoría”.

 

 

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