El autómata
Eloy Serrano · MadridCansado de trabajar como juez, encargué una réplica de mí mismo al Instituto de Robótica. El diseño resultó perfecto: mi misma voz, y hasta la señal de nacimiento que tengo en la mejilla. Con la asistencia de expertos en leyes los ingenieros crearon programas, infinitos vínculos entre los supuestos de hecho y de Derecho, que luego grabaron en los circuitos del autómata. Así, mientras yo vivía “la dolce vita”, mi doble trabajaba por mí y con más eficacia. Todo iba bien hasta que un día, al entrar en casa, oí mi voz en el salón. Me asomé por la rendija que dejaba la puerta entornada y vi a mi doble en compañía de mi mujer y mis hijos. A simple vista parecían muy felices, como nunca lo habían sido conmigo. Di media vuelta y me fui. Decidí no volver a verlos. Fue mi última sentencia, sin personaciones, la más justa.