Tango

Víctor José Menargues Ramón · Alicante 

Héctor se había gastado los escasos euros que le quedaban para prepararse aquella cena: pato a la naranja y peras “conferencia” al vino (Ribera del Duero y moscatel, como manda la doctrina culinaria). Gardel inundaba la casa mientras iba poniendo la mesa. Bajó el volumen de la música para llamar por teléfono. “Feliz Nochebuena, mi viejita… Claro, aquí llega cuatro horas antes que a Buenos Aires… ¡No!, rodeado de amigos… ¿El laburo? Macanudo… Ahorrando para ir la próxima Navidad… Otro beso para vos. Chao, morochita”. Sabía por su abogado que el desahucio sería el 27 de diciembre. Cuando entraron forzando la puerta, estaba tumbado en el sofá, escuchando tangos. “¡Felices Pascuas!”, gritó sobre la música, levantándose. La voz de Gardel asomó volando también desde el balcón: “Adiós muchachos…” El propietario del piso se acercó al cuerpo tendido en la calle. Los demás bajaron. Nadie derramó ni una sola lágrima.

 

 

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