El okupa

Manuel Espada · Madrid 

—Estaré a vuestro lado para lo que necesitéis. Os dejo la tarjeta con mis datos —. Con estas palabras finalizó la conferencia aquel abogado especializado en “Desahucio”. Salí esperanzado con los consejos que nos dio para evitar que nos echaran. Al llegar a la casa, entré sigilosamente por la ventana, me metí en la bañera para relajarme y digerir toda la información que nos había proporcionado. Si no pagas la hipoteca, te echan. Esa era la doctrina, pero siempre hay trucos para evitarlo. Mientras me enjabonaba, me pareció ver que el pato de goma dejaba resbalar por su mejilla una gotita del tamaño de una diminuta lágrima que, al caer en al agua, provocó unas pequeñas ondas concéntricas. En ese momento entraron. —¿Papá, qué hace ese hombre en nuestro baño con mi patito? —gritó el hijo pequeño del abogado mientras su mujer me miraba con un gesto de repugnancia.

 

 

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