Carpaccio de salmón

Nuria Gómez Lacruz · Madrid 

En el lujoso restaurante elegido para celebrar su vigésimo aniversario, el Juez Delgado y su esposa optaron por una mesa junto a la cristalera, pero la cambiaron por otra huyendo de las feas vistas de unas obras causadas por un socavón. Nada más acomodarse, el Juez se fijó en la mesa de enfrente, desde donde un hombre solitario agarrado a un portafolio no dejaba de mirarlo. El sudor empezó a recorrer su cuerpo en cuanto recordó quién era: un camello sanguinario al que mandó a chirona hacía cinco años. El camarero se acercó para tomar nota. “Cartapacio de salmón”, pidió Delgado, más atento en realidad al portafolios del camello y a su posible contenido. Supo de qué se trataba simultáneamente a la detonación: dos balas de plomo que ya volaban hacia él, hacia un punto preciso entre sus dos cejas. “Quería decir carpaccio de salmón”, le dio tiempo a rectificar.

 

 

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