Boda fallida

Miren Josune Parola Sáez · Bilbao 

Acudí a la boda acompañando a una amiga sin pareja. Enseguida noté la diferencia de clases entre los asistentes. Cuando el novio entró en el templo, tocado con el birrete de abogado, un murmullo de risas y chanzas salió de los bancos ocupados por invitados de la novia. La familia del contrayente, de rancio abolengo, tragó su orgullo pensando en la etiqueta exigida. La temperatura fue subiendo durante el banquete. Unos, serios y circunspectos, los del novio. Otros, jaraneros y bulliciosos, los de la novia. Estaba simpatizando con estos últimos, a la vez que pensando en cuan difícil es casar distintas clases sociales, cuando uno de los comensales soltó una palabrota señalando hacia la puerta del salón. Dos tipos fornidos, vistiendo trajes baratos, esgrimieron una orden judicial y procedieron al arresto del padrino. Algunos seguimos con la juerga, los más se marcharon avergonzados. En la noche flotaba la palabra desfalco.

 

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