Vivir para siempre
María del Mar Suárez SanabriaEl teléfono sonó el primer día de primavera. Contesté. Al otro lado su voz imploraba. Necesitaba mi protección. Me dijo que la mujer quiso gestar a su hijo de manera altruista. Pero que insistió en entregarle una cantidad de dinero por su compasión. Que el recién nacido llevara el semen de su difunto marido fue lo acordado. Y ahora le comunicaban que la iban a detener. Los hijos de su marido muerto, los muy traidores, la habían denunciado. Me suplicaba ayuda porque confiaba en mí y en mi manera de trabajar tan transversal y exitosa en todos los continentes. Yo, como siempre, acudiría en su ayuda. Cogería el primer vuelo para viajar a su encuentro en Australia. Códigos y sentencias en mi tableta para protegerla, como había hecho desde el primer día que la vi en la facultad. Después de todo mi amor era eterno como el Derecho Natural.