MANUELA
Carmen LLopis FabraSer abogado de herencias a veces te trae sorpresas y descubres que la realidad supera a todo lo que has aprendido en la carrera.
Cuando atendí en mi despacho a aquel cliente que pretendía impugnar el testamento de su tío millonario porque se lo había dejado casi todo a su compañera de vida, una tal Manuela, y a él, único pariente, un legado consistente en cinco relojes de oro, le comenté que al no tener herederos forzosos uno podía dejar su herencia a quien quisiera. No esperaba empezar a ver cómo el sobrino se levantaba de golpe de la silla mientras iba enrojeciendo de ira y estallaba al gritar: Pero… !es que Manuela es una gata!
Aquel dulce animal, un ser vivo dotado de sensibilidad, fiel compañera hasta el final del millonario, resultó ser la heredera universal de su fortuna.
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Las herencias para quien se las trabaja… Buen relato.
Voto.
Mira que llamarle Manuela a una minina, jajaja. Me desarmó el final, buen micro Carmen. Un saludo.
Cada uno con su dinero hace lo que quiere. Los últimos deseos de una persona han de ser respetables por definición. El roce hace el cariño y esa gata estaba más próxima que el sobrino en la práctica. Además, ella no hubiera sabido disfrutar de cinco relojes de oro. La cuestión es a quién dejará su herencia la gata.
Un relato divertido y con desenlace inesperado.
Un abrazo y suerte, Carmen