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José I Baile Ayensa 

Debemos fallar y fallamos… decía la sentencia. Y nunca mejor dicho, fallaron y mucho. Mis dotes de abogado no fueron suficientes. Defendía una causa loable, la de una familia que había decidido producir toda su energía eléctrica de forma asequible, natural y alternativa, mediante placas solares instaladas en el tejado de su vivienda; pero la norma era clara, debían pagar un peaje a las grandes compañías suministradoras, no podían ser independientes del sistema, era una clara limitación a una posible autonomía energética. Perdimos. No valieron argumentos relativos a la necesidad de promover una producción y un consumo de energía responsable, o cómo nos comprometían a todos los objetivos por un desarrollo sostenible, si realmente deseábamos un futuro mejor. Sin duda, hay que renovar, pensé, pero si es urgente hacerlo con las formas de producir energía, más lo es con la mente y acción de legisladores y juzgadores.

 

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