ESTADO DE ALARMA
PEDRO ÁLVAREZ DEL RÍO · GUADALAJARACuando llegó a casa lo primero que hizo fue encender la televisión y quitarse la mascarilla de productos cosméticos que trataban de disimular unas arrugas para las que todavía no se había inventado una vacuna eficaz. Se perdió en sus pensamientos. Había pasado toda la mañana en el juzgado discutiendo con el funcionario tramitador de un expediente, con el abogado de la parte contraria y con su propia cobardía por no reprochar al juez que, ante su alegato, continuara dibujando garabatos en su cuaderno de notas. Estaba cansada del confinamiento diario en una sala donde no se sentía valorada. Su tarde no mejoró, sumida en la penosa tarea de redactar una demanda que vencía al día siguiente. Mientras las leves marcas de su rostro se hacían evidentes pensaba lo lejos que quedaban sus sueños de la facultad. Quería tiempo para escribir. De fondo escucho una palabra: coronavirus.
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Tiempo frente a la desazón de la cotidianidad, tiempo para recuperar sueños… Muy bonito. Buen relato. Enhorabuena y mi voto.