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Juan Antonio Vázquez Alcayada 

Unos decían que en pro de la justicia, otros que en aras de la libertad. Muchos, la mayoría, habían llegado hasta allí huyendo de la palabra traición que enarbolaban contra ellos los salva patrias. Lo único cierto es que a esas horas solo quedaban en las calles los escombros huérfanos de nuestros disparos; y nosotros. Y silencio. Uno plomizo solo deshilachado por el caminar de un viejo enfundado en una toga, que con paso elegante acompasaba el rechinar de la carretilla en la que nos cargaba para quitarnos de en medio. Después de mirar nuestro expediente, uno a uno, nos leía nuestros derechos. Los que aún esperábamos junto nuestros cuerpos discutíamos en la intimidad si se trataba del mismísimo diablo. Siempre decía que había que pactar, que el fiscal era duro allí abajo y él solo un simple abogado. Nunca te decía que estabas muerto; allí nadie quería escuchar eso.

 

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