JORNALERO DE LA TOGA
Nicolás Montiel PuertaNo conduce un bemeuve, ni luce corbatas de seda sobre camisas con sus iniciales bordadas. Sus desgastados zapatos corren del juzgado a la comisaría, de la notaría al registro. Sus días están regidos por la premura de defender los intereses de clientes que no le pagan, que no le pueden pagar. En su despacho de la asociación benéfica para la que trabaja no caben más de tres personas juntas, incluido él.
Es un tipo duro. Nos ha ganado siempre. A la hora de litigar su resistencia es infinita. Cuando creemos que lo hemos tumbado, que ha besado la lona, se levanta de un salto esgrimiendo un argumentario correlativo demoledor, definitivo.
Podría ganar mucho dinero con nosotros. Mucho. Cuando se lo decimos, proponiéndoselo por enésima vez, él nos mira y se limita a sonreír. Es un mentecato.
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Así es. Pese a la leyenda negra de los abogados, los hay vocacionales e incorruptibles.
Suerte, y mi voto.
A este mentecato hay que darle un aplauso y algo más.
Suerte y un saludo, Nicolás.