Yasujiro

Manuel de la Hoz Najarro · MADRID 

Que yo era un abogado atípico estaba claro: llevar pistola casi siempre me ayudó. En el bar del hotel dos tragos: g¡isqui con gaseosa. Salí, me detuve, y contemplé la calle. El día era gris. Encendí un cigarro, subí el cuello de mi gabardina, y caminé al juzgado. Mi cliente en el banquillo de los acusados. ¡l era inocente y yo culpable. Un pacto con la parte contraria no era de recibo: le absolvía y me inculpaba. Mi pasaporte al paraíso hecho añicos. Asesinato sobre mi espalda. Conduje hasta el puente rojo, la bahía al fondo. Intenté saltar sobre las rocas. Sin éxito. Seis balas en el cargador. Intenté vaciarlo en mi cabeza. Sin éxito. Sonido de sirenas a lo lejos. Busqué un abogado. Era aun peor letrado que yo. Hoy, treinta años después, en la celda, el día también es gris.

 

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