La Toga

Matilde Hurtado Limiñana · MADRID 

Llueve a mares, estoy calada como una sardina. Tengo una vista. Llego a Capitán Haya, subo a la tercera, dejo abrigo y paraguas, cojo la toga, me la pongo.
Me voy al Juzgado, entro, su Señoría me mira con sorpresa, me pregunta: “¿Quién es usted?, ¿Qué hace aquí?, ¿Es letrada?”. Veo primero el desconcierto, luego risas contenidas. No entiendo nada, este interrogatorio a qué viene, por qué me miran así.
La secretaria judicial, me indica que he de guardar las formas ante el Tribunal, pero ¿qué formas?. Me increpa: -¡Qué falta de respeto!- ¡Mañana vengo yo de monaguillo!-. Si es que… márchese o llamo a seguridad.
Me voy al ascensor, el procurador me acompaña, y me indica: “Sé que siempre has defendido la justicia, pero esto es llevarlo demasiado lejos”. Me miro en el espejo del ascensor. Aunque negra, no es una toga, es la capa de Batman.

 

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