El día después

Víctor González Griera · Sant Cugat del Vallés, Barcelona 

El dolor de cabeza era insoportable; como si cada parte de mi cuerpo estuviera pidiéndome socorro enviándome oleadas de dolor que palpitaban en mi mente; la sidra produce este tipo de resaca. La luz que se colaba entre las rendijas de la persiana de mi despacho me molestaba sobremanera mientras intentaba recordar el principio de todo aquello. Recordaba el caso, recordaba los días y las noches preparando la defensa y, por fin, la tarde anterior la llamé a declarar. Era mi testigo número tres y mi último. Ella, hermosa como siempre, se acercó al estrado. Llevaba aquel vestido azul que tanto me había llamado la atención la primera vez que la vi. Hizo el juramento de rigor y se sentó, aguardando mis preguntas. Me lo jugué todo a una sola carta y, aunque parezca mentira, resultó ser la carta ganadora. Lo celebré, a solas, toda la noche.

 

 

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