EL BRINDIS

Lola Sanabria García · Madrid 

Cada vez que papá ganaba un caso, lo celebrábamos con un brindis. Mis padres con champán, yo con gaseosa. Papá era muy bueno en su trabajo, demasiado bueno para no hacerle sombra a su jefe. Lo echó del bufete de abogados. Entre nosotros hubo un pacto de silencio. Nunca hablábamos de deudas, pero yo veía cómo se acumulaban los recibos en el mueble de la entrada. Seguimos brindando por éxitos fantasmas. Ellos con gaseosa, como yo, aunque lo llamaban cava. Debimos abandonar el piso para irnos a un hotel de mala muerte. Mamá se empleó en una empresa de limpieza y papá como conserje de un edificio. Con mucho esfuerzo, conseguí llegar a juez. El primero al que senté en el banquillo fue al antiguo jefe de papá, por malversación de fondos. Ese día, compré el mejor cava del mercado y brindé con mis padres en nuestra nueva casa.

 

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