Caso abierto

Alejandro Mateos Rodrigo · Tomelloso (Ciudad Real) 

Un intenso dolor de cabeza me anuncia el principio de una prometedora resaca, mientras me repito sin mucha fe el juramento de siempre: “Hoy lo dejo”. Antes de incorporarme, mis aún amodorrados sentidos detectan un molesto dolor en mi brazo siniestro. Me siento al borde de la cama e instintivamente llevo mi diestra a la parte dolorida. El escozor que provoca su roce, me hace descartar la hipótesis de haber dormido en una mala postura. Intento recordar qué sucedió anoche pero mis maltratadas neuronas no quieren hacer declaraciones. Llamo al estrado a mis recién abiertos ojos para resolver el caso y éstos presentan su testimonio: mi antebrazo está inflamado y enrojecido. Mi juicio me impulsa a ponerme hielo y cuando doy por terminada la condena, descubro tatuados en mi piel un número de teléfono junto a la palabra “Socorro”. Ahora lo recuerdo todo: anoche volví a ser un abogado.

 

 

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