Abogado defensor

María Serrano Álvarez · Arganda del Rey (Madrid) 

Sentado ante mi mesa abarrotada de papeles pensaba en cómo elaborar la mejor defensa posible antes del vencimiento del plazo. Un asesinato es difícil de justificar. Pero contaba con documentación suficiente para probar que la víctima, además de corrupto, era un sicario de guante blanco. La pena para el homicida sería mínima. Mientras redactaba, noté la mirada penetrante de mi jefe y aquel olor a mandarina que tanto me desagradaba: – ¿Qué hace, Gutiérrez? El miedo me invadió una vez más. Miré mis manos llenas de pequeñas cicatrices, finas columnas rojas causadas por mis propias uñas. – ¡Venga ahora mismo a mi despacho! Esperé a que la campana del Ayuntamiento anunciara el mediodía para levantarme y coger el cuchillo que escondía en el cajón. Entré en su despacho y cerré con sigilo la puerta. La noticia se extendería con rapidez, afortunadamente ya tenía preparada mi defensa.

 

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