Sabrosos honorarios
Mikel AboitizLa bomba estalló en la calle General Urbano, en el bufete de los Hermanos Enríquez. No hubo víctimas mortales. Al construir la vivienda se recurrió a materiales resilientes, capaces de enfrentar artefactos detonados por Paquita Valsinvales, clienta de siempre de los Enríquez, abogados matrimonialistas. No se trató de un atentado, sino de un anuncio: deseaba divorciarse de su tercer marido. Las agujas de los tacones de Paquita acribillaban la moqueta del despacho, en su imparable trajín, mientras desgranaba a gritos innumerables afrentas conyugales, sin parar de sonarse en pañuelos de papel. Los abogados realizaron un buen trabajo, el becario también (llenó la papelera) y todo marchó a pedir de boca con pingües beneficios. Dos navidades después la prensa rosa anunció el inminente enlace nupcial de la Valsinvales. Los Enríquez, expertos en matrimonios y explosivos, se felicitaron entre miradas cómplices, no en vano, sabían más que nadie de bombas de relojería.
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Me ha encantado la señora Paquita. Y la mezcla narrativa también. Mi voto, Mikel, y un abrazo.
Gracias por encariñarte de alguna manera con la Valsinvales y por leer y votar.
Un saludo,
Mikel
Los hermanos Enríquez, tienen, y lo saben, un filón en Paquita Valsinvales, como también la prensa del corazón. Es mejor que ganar la lotería, se trata de una inversión productiva y con futuro, de las que no se terminan, Sus tentativas de emparejarse, sinceras o planificadas para estar en el candelero, reportan «sabrosos honorarios», siendo importante el efecto explosivo y nada discreto al que van asociadas siempre.
Un relato que pone de manifiesto que la abogacía, con sus particularidades, desde el momento en el que depende de sus clientes, no puede dejar de considerarse un negocio.
Un saludo y suerte, Mikel
Veo que le has sacado bastante partido al título. Gracias por leer y comentar, Ángel.
Un saludo,
Mikel