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ANA MARIA VIÑALS LORENTE 

Salí de la celda para entrevistarme con mi abogado. «Traigo buenas noticias. Pronto será libre» me dijo. Aquel tipo trajeado estuvo explicándome lo que supondría la retirada de la doctrina Parot en mi caso. Acortándome la condena se acabaría la desigualdad que, a su juicio, se había cometido conmigo. También me dijo que el Supremo pretendía evitar discriminar a los reclusos y otras sandeces legales de las que no entendí ni media palabra. Solo me quedó claro que, en unas semanas, volvería a estar en la calle. Había sacado algo positivo de pasar media vida entre rejas. Allí dentro era alguien. Y ahora pretendían darme una oportunidad, devolviéndome a una sociedad que no me quería. Preso por la ira y aprovechando un descuido del guarda, le arrebaté la porra. Un certero golpe en la cabeza me bastó para hacerle una brecha mortal. Sonreí. Por aquello me caerían unos años más.

 

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