Imagen de perfilMIS DOS AMORES

Amparo Martínez Alonso 

Sus lágrimas enturbian mi despedida. Trato de consolarla, hacerle ver el lado positivo de mi marcha, pero ya no dispongo de esa oportunidad. Y, aunque nunca me faltaron las palabras, mi actual mutismo ensancha la incipiente brecha que comienza a separarnos. Mi ánima se derrumba al verla cobijarse bajo mi vieja toga. Aquella que llevaba cuando nos conocimos, en el caso sobre desigualdad salarial: la sufrida por las empleadas del laboratorio farmacéutico donde ella trabajaba. “Discriminar es un acto denunciable e inconstitucional, queremos que se conozca y se frene esta injusticia”, me requirió. Gané el caso y su amistad. Nuestra vida ha sido feliz y equilibrada entre su ciencia y mis letras. Ahora, ella llora y yo no puedo consolarla. Antes de alejarme para siempre, sonrío a mis dos amores, aunque ninguna pueda verme. Ella, a causa de sus lágrimas; la otra, por la venda que cubre sus ojos.

 

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