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Nicolás Montiel Puerta 

Mi nave se adentra en la atmósfera terrestre. Hace diez años que no vengo a la Tierra e, incumpliendo la máxima de no volver al lugar donde has sido feliz, me acerco a mi pasado. Soy el último, el único. Ya no queda nadie.
Mi ponencia, que cierra el congreso, es un canto a la abogacía perdida, la que se daba exclusivamente entre humanos. Ellos no la entenderán; no usan togas, no sienten empatía, no se dan la mano.
Hablaré ante ojos mecánicos, incapaces de parpadear o derramar una lágrima. No mencionaré las bondades de la capacidad transformadora de la innovación en una profesión hoy relegada a una base de datos interplanetaria; no aludiré esperanzado a un futuro que ya no me interesa.
Voy a hablar de gente decente que conocí en lo que ahora me parece otra vida.
Mi nombre es Jacinto, y mi número de colegiado es…

 

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