El letrado fiel

jose aneiros diaz · MADRID 

El abogado se puso los guantes, introdujo su copia en la cerradura y abrió la puerta del piso de seguridad. Encendió el ordenador y mientras éste despertaba empezó a sacar legajos de un armario y a amontonarlos en el patio trasero. En el menú de la pantalla apareció la ventana de inicio solicitando la clave de acceso. Al introducirla el ordenador inició el formateado completo del disco duro. Mientras, en el patio una improvisada hoguera eliminaba el resto de pruebas. Sonó el teléfono y por segunda vez el inspector de policía preguntaba por él. En esta ocasión no era para comunicarle que su cliente estaba detenido, sino para informarle que la comisión judicial iba a realizar una entrada y registro y su defendido requería sus servicios. Ya no había pruebas inculpatorias, ni habría pleito alguno, por lo que sus servicios habían terminado.

 

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