EL DESLIZ

Juan Carlos Somoza García · BILBAO 

Sentía la soledad deshabitada de las ermitas perdidas en el monte, y un frío incongruente exiliado de ley alguna. Necesitaba saberlo y acudí al ginecólogo. Me dijo que, hecha la revisión, había notado en mi aleteo nasal la negativa al servicio legal gratuito a un indigente; entre las glándulas salivares, con restos del menú encontró mi propio retrato filtrado a la prensa, clave publicitaria para ganar un pleito a la comisión municipal; escondido en el pabellón auricular, mi alago homicida a dos jurados recientes; del dedo en martillo dedujo mis prejuicios con litigantes adversarios; en la hoguera que inflamaba mis genitales, encontró un desliz de mi vida privada; y en el corazón, un reciente fallo en mi contra por separación, abandono… “¿Algo más?” Inquirí, entornando los ojos, y contestó: “¡El presuntivo diagnóstico!… ¿No le había dicho ya, letrada, que tiene un diminuto abogado litigando en su abdomen distendido?»

 

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