La secta

Rosana Alonso Fernandez-Garcia · Camarma de Esteruelas (Madrid) 

—Ya se lo he dicho. Todo ocurrió durante mi pasantía. Me gané su confianza y fue delegando en mí tareas de mayor responsabilidad. Yo siempre le he admirado a pesar de esos detalles que me inquietaban. Le apasiona la cetrería y cuando me invitó a su casa de campo pude ver como disfrutaba dejando pichones vivos a merced de su halcón favorito. Esa primavera se convocó una huelga de jueces y asistía a muchas reuniones, fue entonces cuando descubrí su afición. Me dio las llaves de su casa para que fuera en busca de un legajo y, sin pretenderlo, encontré las fotos. El, rodeado de sus amigos, posaba sonriente; a sus pies las piezas cobradas durante la cacería: cuerpos humanos. ¡Tiene que creerme! —Está bien, no se excite. Ahora un celador le acompañará a su celda, necesita dormir. Mañana continuaremos la conversación.

 

0 Votos

 

Queremos saber tu opinión