El archivo

Alejandro Conde Arias-Salgado · Valladolid 

Luis nació poco después de la muerte de su padre, el profesor Isidro Echeverría, ocurrida, según dijeron, en un desgraciado accidente de caza. Terminada su carrera, el muchacho comenzó la pasantía en el bufete de Don Ezequiel Carreño. “Yo haré de ti un jurista” – fueron sus emocionadas palabras. “En recuerdo de mi amigo Isidro”. Cierta tarde, avanzado el segundo mes de la huelga de funcionarios, Luis rebuscaba antecedentes en los expedientes antiguos, arrumbados en grandes altillos. Al abrir una portezuela, decenas de legajos se desplomaron sobre él alfombrando el suelo de papeles. Una elegante tarjeta verde captó su atención: se trataba de la invitación a una cacería organizada por la Real Sociedad Granadina de Tiro de Pichón. Tenía grapado un amarillento recorte de periódico: “Un joven abogado, acusado de homicidio involuntario…” –comenzaba la entradilla bajo la borrosa fotografía de Don Ezequiel.

 

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