García

Ivo Martí Menzel · Barcelona 

“Orden, orden”, bramó el juez. Menudo cirio se había organizado en la sala. Nadie daba crédito a lo sucedido. El servil y apocado García, treinta años en el turno de oficio a cargo de los casos más insignificantes, el del apretón de manos fofo y húmedo, el torpe letrado de quien se mofaban sus clientes, el de la voz aguda y aspecto rídiculo, el del traje pasado de moda, aquel a quien constantemente repetían sus compañeros de profesión que había hecho mal negocio estudiando derecho, había pisoteado el expediente y enviado a tomar por saco a sus señorías, al resto de leguleyos y al camello de poca monta que estaba a su cargo. La noche anterior había resultado premiado el boleto de lotería que compraba cada semana saliendo del juzgado.

 

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