El último abogado

Andrés Arteaga · Concepción (Chile) 

El último abogado de carne y hueso entró lentamente en la sala del tribunal. Llevaba una mochila difícil de cargar: el prejuicio contra los humanos que ejercían esa profesión, tal como lo reflejaba la última encuesta. El fiscal robótico relató los detalles de la instrucción y los fundamentos de la acusación por mera deferencia con el inculpado, aunque era innecesario: el juez robot no necesitaba oírlos pues los recibía directamente de la red. El abogado era el convidado de piedra: no pudo romper la dura lógica de los argumentos expresados, limitándose a destacar que un hombre no podía ser juzgado por robots, que éstos vivían en una burbuja conceptual cuya perfección no podía abarcar la imperfecta naturaleza humana. El juez dio su veredicto: condenó a la inhabilitación perpetua del ejercicio profesional al último abogado humano, quien recibió la sentencia como el decreto que denegaba a la humanidad su último recurso.

 

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