Carpe diem

Alberto Mittelbrunn Espinosa · Zaragoza 

Sobre la mesa, el boleto ganador de la lotería, aquellas cuatro cifras mágicas eran el negocio de su vida. Paradójicamente siempre aborreció los números y las matemáticas. ¡Menudo cirio! Las letras eran lo suyo, pero no daban para comer. Optó por la abogacía e interiorizó el lenguaje sumario del oficio, reino de la precisión conceptual y los aforismos latinos. Ahora llegó su turno, tendría tiempo para escribir libremente, sobrevolando el idioma hermético de los códices. Asomándose a la ventana se arrancó la corbata. La gente hormigueaba en las aceras. Esperando el autobús, esbelta, inmóvil como una cariátide, había una joven. El sol encendía su cabellera roja. La libertad es esa mujer que espera -pensó-. Miró al cielo, las nubes se desplazaban velozmente en sentido contrario al de su vista provocando la sensación de que todo se hubiese puesto en marcha y el despacho entero avanzara vertiginosamente hacia la azul inmensidad.

 

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