Imagen de perfilEl padre ausente

Maria Navedo Saurina 

Reconocí su letra al abrir el contenido del sobre. Mi madre había guardado durante años las pruebas que acreditaban nuestro vínculo. Alguna que otra foto, cartas y extractos bancarios iban a documentar mi reclamación en el juicio. Nunca le pude perdonar haber crecido en un escenario sin su presencia, con la absoluta certeza de que jamás abandonaría a su «verdadera familia».
Aún así, mantuvimos el contacto; él se interesaba por mis progresos y cada mes, de manera puntual, ingresaba una asignación que cubría nuestras necesidades. Incluso financió mis estudios de Derecho, orgulloso de que siguiera sus pasos. Fue entonces cuando sus legítimos consideraron abusiva mi demanda para ejercer bajo el mismo nombre, un referente en el mundo jurídico que me pertenecía por derecho desde que él decidió dejar su sello en otro lugar. El que, tras el reconocimiento, figurará en la placa de mi despacho.

 

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