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Urko Madrazo Aguirre 

“Multinacional jurídica en constante crecimiento requiere abogado con amplia experiencia”, rezaba el anuncio en la web. Me inscribí en la oferta más por necesidad que por ambición, ya no tenía el hambre de éxito que me acompañaba cuando empecé. Tras veinte años en un prestigioso bufete de abogados había sido despedido. Además, un traumático divorcio había hecho menguar en demasía mis recursos económicos. Se trataba tan solo de proteger la cadena de suministros en mi nuevo hogar y de poder pagar puntualmente la pensión de mi pequeño. Me llamaron para citarme personalmente. Cuando llegué, me hicieron pasar directamente a una luminosa sala con una gran mesa acristalada en el centro. Tomé asiento mientras esperaba. Estaba nervioso. Tras tantos años, había perdido el hábito de acudir a entrevistas de trabajo. De pronto, oí pasos. Miré hacia la puerta, por donde apareció una esbelta silueta. ”¿Cómo estás, Roberto?”, me saludó mi exmujer.

 

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3 comentarios

  • Hay empresas que hacen que sus empleados se comprometan a abstenerse de tener tratos clientelares o de otro tipo con personas allegadas, o lo que es lo mismo, intentar unir la vida privada con la laboral. El caso de tu protagonista, sin embargo, tiene muchos matices. Necesita ese trabajo para subsistir y con quien ha de evaluarle ha tenido una relación muy estrecha, pero en este caso, está rota. Queda a la imaginación del lector el desenlace. Tal vez ella, dejando atrás circunstancias personales, quiera contar con él por su valía profesional. Puede que sea un intento sutil de reconciliación, o quizá todo lo contrario, una forma perversa de cerrar cualquier salida a quien considera su enemigo.
    Una historia interesante y con final abierto.
    Un saludo y suerte, Urko