Imagen de perfilLAS HORAS QUE NO DUERMES

Noelia Soledad da Silva 

El cansancio te aplasta los huesos. Los hunde. Te hunde. Tus manos tiemblan sobre el teclado. Has convertido al café en tu único suministro de energía, y has diluido con él tu sangre. Pero no es suficiente. Todo tiembla. En el monitor, lo que has redactado se convierte en colisión de palabras. Necesitas dormir pero no lo harás. El cansancio te hunde pero la injusticia te llena de tajos. Te incendia. Te resucita. Porque aquí estás tú, con un traje siempre preparado, con tus sellos y tus carpetas, pero también está la persona que has prometido proteger. Está en las primeras líneas del recurso de apelación, y está en tu mente con su historia de crecimiento famélico, de hambre negado. Tomas aire, te restriegas los ojos y reanudas tu labor. Sabes que mientras las palabras alojen una ínfima posibilidad de convertirse en justicia, rendirse siempre significará renunciar también al alma.

 

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