EN AQUEL TIEMPO…
Manuel de la Peña GarridoLo conocí asistiéndole de oficio. Ahora soy su abogado de cabecera. Anda siempre metido en líos. Hasta a mí me enredó eternamente.
Arrestado por intrusismo, por sanar enfermos incurables sin ser médico. Denunciado por competencia desleal e infracción de normas de salud pública; no le perdonan haber donado y multiplicado suministros alimenticios para saciar el hambre de la multitud. Investigado por asociación ilícita, dado el crecimiento pandémico de sus seguidores.
Me harté de interponer recursos para proteger su libertad. Y su vida. Pero esta vez… Los cargos son gravísimos. Y le tienen ganas. Me temo que el juicio será una farsa. Y el escrito de acusación pide reiteradamente la pena capital.
Mi esperanza: que sea él el indultado. Pero el bandido Barrabás goza de mucha popularidad y quizás la Historia deba escribirse con ese final infeliz.
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Ja, ja qué bueno! Como siempre, te sacas de la manga una historia divertida y original, aunque las palabras no resulten muy inspiradoras esta vez. Bienvenido de nuevo, Manuel. Te dejo mi voto.
Muchas gracias, Eva María, campeona, reina del país de las algas y de las hadas.
Bienvenido, Manuel!
Vuelves por la puerta grande, nada más y nada menos que con una historia bíblica… «En aquel tiempo…» así debía empezar, claro está!
Encantada de volver a leerte, y que sea por muchos meses más!
Suerte, mi voto y un abrazo
Marta
Muchas gracias, Martutxu.
Efectivamente, vuelvo a casa… por Carnaval, en estos tiempos de mascarillas, más que de máscaras. Pero me conformo con haber entrado por la puerta de servicio. O la gatera.
Un abrazo.
Una alegría verte por aquí de nuevo en estos «malos tiempos para la lírica». Y además con un relato alejado de lugares comunes y temas manidos. A contracorriente, como el de Nazaret.
Gracias, maestro y compañero.
Como escribidor, admiro a escritores como Borges, Tournier o Ishiguro, capaces de bordar relatos alejados de lugares comunes y temas manidos. Muchas gracias. Cuando un sabio como tú aplaude (al contrario que en la fábula de Iriarte), uno se hincha como un pavo, y peca de orgullo. Que me perdone el de Nazaret.
Un abrazo.
Si alguien ha tenido una defensa difícil ha sido el personaje que reflejas. Un elegido, alguien esperado, un enviado, entre lo divino y lo humano, que solo procuraba el bien de los más humildes, forzosamente tenía que chocar contra el poder establecido, mucho más cicatero, cortoplacista y temeroso de perderlo. En aquel tiempo y desde entonces ha enredado a mucha gente, nadie puede negar esa evidencia; creencias aparte, por algo será.
Un relato tan original como intemporal.
Me alegra volver a leerte, Manuel.
Un abrazo y suerte.
Excelente glosa, aunque exageradamente elogiosa. ¿Una eloglosa?
Muchas gracias, Arcángel S.M.
Un abrazo.
Por afinidad personal, siempre estoy a favor de Barrabás. No lo puedo evitar. Y ese final infeliz que señalas sin lugar a dudas nos lo merecemos. En cualquier caso, un brillante relato. Enhorabuena y mi voto. Un saludo
Barrabás es un “secundario” muy atractivo. Pär Lagerkvist le hizo protagonista de una celebrada novela.
Estoy convencido, por otra parte, de que el abogado del Maestro no habría dudado en defenderlo también a él.
Muchas gracias por tu apoyo, Nicolás.
Un saludo intemporal.
Bienvenido, queridísimo.
Te leí anoche y me encantó tu Barrabás tan alejado de los lugares comunes…
No podía dejar pasar ni un minuto más para felicitarte, campeón.
Y ahora me voy corriendo como el conejo de Alicia.
Un abrazo dodecafónico.
Muchísimas gracias, María.
De vez en cuando, ambos traemos al Concurso historias bíblicas. Desde luego, los dos Testamentos nos enseñan lo mejor y lo peor del ser humano, amén de hablarnos de Dios. Y hay más: es sabido que la Biblia del rey Jacobo, esa traducción inglesa de la Sagrada Escritura, tuvo un papel fundamental en la configuración del inglés moderno. Aute cantaba “todo, todo, todo está en los libros…”; la sintonía de un programa de TV dedicado a la Literatura. Si la Biblia es el Libro por antonomasia, podríamos cantar: “todo, todo, todo está en el Libro” (hoy en día, todo está en la Red).
Te comparas con el carrolliano Conejo, pero creo que tú eres la propia Alicia, además de Towanda.
O mejor: Sherezade, contadora de mil y una historias.
Un abrazo de los de antes.
Hola, Manuel.
Un gusto volver a leerte.
Creo que Barrabás ha mantenido su fama y popularidad siglo tras siglo… :)
Un buen micro!!!!
Mis felicitaciones y mi voto.
Muchas gracias, Amparo, por tu bienvenida, tu voto, tus elogiosas palabras y por leerme, una vez más.
Un placer volver a encontrarnos por aquí.
Le has dado una nueva vuelta de tuerca a la historia. Funciona la intertextualidad. Buen micro, Manuel. Te deseo mucha suerte y te doy mi voto.
Besos apretados.
Muchas gracias, Pilar.
Como “hihil novum sub sole”, solo nos cabe dar vueltas de tuerca a las historias ya contadas. O ponerlas del revés. O mezclarlas unas con otras.
Besos.
Confieso que no sabía de quién hablabas hasta mencionar a Barrabás. Luego todo encaja como un puzzle y te obliga a releer el micro con una sonrisa, mezcla de sorpresa y fascinación. Muy bueno. Está en la línea que, humildemente, procuro seguir siempre. Mi voto y un abrazo.
Muchas gracias, Esteban.
Me llena de orgullo haber sido capaz de enredarte, a ti que, efectivamente, juegas de forma magistral con nosotros, tus lectores.
Un abrazo.
Qué alegría volver a leerte. Un disfrute para los sentidos. Todos.
Y qué alegría para mí saber que me has leído, Margarita.
Deseoso de que sigas regalándonos muchos micros como tu “Madre”. Y ansioso de poder votarte, ahora que ya no tengo que aparentar imparcialidad esperando que me dejaran ser jurado (lo que al final no llegó).
Un beso.
Un placer leerte como siempre. Un fuerte abrazo. Tienes mi voto.
Muchísimas gracias, Juan Manuel.
Eres grande, muy grande.
Un abrazo enorme.
Manuel, me convencen la referencias bíblicas, así que te voto. Yo traté de pergeñar un relato con las irregularidades del proceso a este mismo «cliente» y la improcedencia de la pena que se le aplicó. Pero estaba escrito que así tenía que suceder, la redención de todos los hombres exigía también la ignominia procesal (Mt. 26 y 27).
Así es, Manuel.
Pero el abogado, coetáneo del cliente, no lo sabía; pensaba en aquel momento que esa ignominia procesal era un final infeliz, que no había ese otro final, coda o epílogo triunfal, al alba del domingo.
Muchas gracias.