Código de barras
Wibo SefeldMi padre controlaba mi crecimiento mediante unas marcas de grafito sobre la pared de la casa. Cuando se cortaba por enésima vez el suministro eléctrico, acercaba la lámpara de aceite para señalar mi altura que durante las épocas de hambre y miseria, solo se elevaba poquito a poco. Comenzó como abogado del pueblo, oficio que ejercía con vocación genuina aunque mal remunerado. Sin duda su fuerte era la retórica, un recurso literario que aún hoy conserva. Gracias a ello ganaba muchos juicios, lo cual no pasó desapercibido en la gran ciudad. Empezó a tener cierta fama aunque nunca olvidó sus orígenes humildes. De hecho, años más tarde volvió al pueblo para defender y proteger a los más necesitados. En casa aún se conserva el código de barras en la pared y cada vez que mi padre lo ve, me explica con lujo de detalles los altibajos de su vida.
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Un hombre íntegro y generoso, que hace bien en no olvidar sus orígenes y en recordar a su hijo que, incluso en situaciones de necesidad, es posible y recomendable darse a los que aún tienen menos. Esa es su herencia y ese código de barras la prueba de cuál ha de ser el camino.
Una historia sobre el trabajo, la entrega y el ejemplo
Un saludo y suerte, Wibo
Gracias por el comentario, Ángel. Mucha suerte también!
Qué bonito, Wibo.
Muchas gracias Margarita.