Imagen de perfilAdiós hambre, adiós.

Javier López Vaquero 

Recuerdo aquel plumbeo invierno por su crudeza. No eran buenos tiempos y las colas de gente pidiendo comida eran interminables. En el despacho trabajaba a destajo interponiendo un recurso tras otro contra la compañía eléctrica por los cortes de suministro.
Extenuado decidí contratar a alguien y buscando lo encontré en un taller de los arrabales. Escuchaba atentamente mis consejos, mi visión solidaria y notaba su crecimiento con cada caso que llegaba al despacho.
No me extrañó el día que anunció su partida. Tenía un objetivo: proteger a los desfavorecidos y erradicar el hambre. Suponía que iría a un gran bufete, pero me sorprendió verlo en la televisión junto al presidente de la compañía eléctrica con su carcasa bruñida y sus circuitos relucientes. Había inventado un chip que instalado en el cuerpo y recargado con electricidad aportaba la energía necesaria para subsistir. El ser humano no volvería a comer.

 

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2 comentarios

  • A veces la genialidad habita donde menos se la espera, en los arrabales de una ciudad, por ejemplo. Hablando de ejemplos, los buenos siempre dejan huella, de una manera o de otra. El de este abogado caló en un verdadero genio, que puso su talento al servicio de los más necesitados. Su descubrimiento cambiará el mundo y la historia tal como la conocemos, qué más se puede pedir. Abogado como inspirador y genio como ejecutante merecen todos los reconocimientos.
    Ojalá existiese ese chip, aunque nada es perfecto, pues aparte del inmenso beneficio, supondría también replantear todo el sistema alimentario: pescadores, agricultores, ganaderos, supermercados y transportistas, que tendrían que dedicarse a otros menesteres, pero la intención es la mejor, qué duda cabe
    Un saludo y suerte, Javier