LA EVOLUCIÓN DE LA ESPECIE
Ángel Montoro ValverdeEn los tiempos donde nos tocó crecer no había libertad sexual; pero tampoco la echaba en falta, ya que pasé mi juventud con un bigote ralo, en pleito constante por invadir terrenos a una comunidad de espinillas. Todo ello me ayudó bastante a desistir del intento de conciliar apetitos y jurisprudencia, aplicándome por ello al estudio de lo segundo. Sin embargo, un día, harto de no mirarme al espejo, descubrí que mi bigote había desahuciado a las pústulas; y que con una corbata anudada al cuello de mi camisa, había mutado de ridículo a interesante. Al final, inmediatamente después de aprobar notarías, logré emparejarme con aquella chica por la que bebía los vientos.
Mi hijo es un retrato hiperbólico de mi adolescencia. Muy feo. Tengo fundadas esperanzas en que será un bello registrador.
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¡Menuda saga tienes en tus personajes!
Como siempre, una mirada original a la apasionante vida de los juristas.
Suerte.
Gracias Eva. Suerte a tí también con tu corredor de la suerte.
Me adhiero al informe de mi tocaya, tus historias son siempre originales y sorprendentes. Relato hiperbólico (como el «retrato de tu hijo»), con final contundente y divertido. También como siempre. Apúntame en la cuenta otro voto.
Gracias Eva. Te espero en marzo.
Ángel… frases de genialidad y originalidad hiperbólica!!!
Tú no necesitas mutar tu prosa porque te columpias de un estilo a otro con total naturalidad… parafraseando una de tus expresiones.
Enhorabueeena!
Suerte, un abrazo y un voto!!!
Marta
Hola Ángel, como siempre un ingenioso microrrelato. Mucha suerte. Un saludo.
Un relato buenísimo, Ángel.
Con ese sentido del humor tan tuyo.
Me divierto leyéndote, jejejeje.
Mucha suerte . Ahí va mi voto.
Jajaja. ¿Evolución o metamorfosis? Aquella mañana, tras un sueño agitado, Gregorio Samsa se despertó transformado en un Registrador de la Propiedad… O la evolución de un pagafantas con pelusilla en el bozo a un Notariazo de pelo en pecho.
Genial, maestro, esta nueva fechoría de la factoría montoriana.
Un fuerte abrazo, un voto evolutivo y mucha suerte, don Ángel.
No está mal el final, eh?. Es un consuelo para los feos. Una pena Manuel que tú y yo hayamos sido guapos siempre. Ja, ja.
Esa mezcla de realidad e ironía siempre me hacen sonreír desde el principio hasta el final. Un placer leerte.
Si has sonreído, misión cumplida. Gracias. Espero leerte pronto
Qué bien escrito, como siempre.
Gracias Diego.
Jajaja. Me gusta, me gusta esa evolución familiar. Al menos, el padre está tranquilo y contento (aunque ahora su hijo esté sufriendo por sus espinillas y todo lo demás).
Qué tranquilidad da conocer el futuro, cuando ese futuro sabes que será bueno, muy bueno (como tu relato: original y divertido).
Un abrazo y otra cosa que termina en «o»
Gracias Amparo. Me planto ese beso en la superficie que abandonaron las espinillas
Perdón por entrometerme pero esa «o» no es de beso.
Vaya, Diego,me había pensado que sí.
Ese vaya ¿decepción?
Ahora entiendo el refrán: «la suerte de la fea la guapa la desea» (que no rima en masculino, como tantas otras cosas).
No sé si mejoramos con la edad, pero no tengo duda de que aprobar notarías ayuda. y leer historias de la «factoría montoriana», como acertadamente dice Manuel, te alegra, si no la vida, sí el día.
Gracias Marga. Nos vemos en marzo.
Ángel, me ha encantado esta evolución de la especie. Has sabido muy bien contarnos ese paso del tiempo a base de detalles, creando un gran relato.
Enhorabuena y suerte.
Un abrazo.
Gracias Javier. Un abrazo.