Una promesa

Beatriz Sierra Rodríguez · León 

De habernos visto, nos habrías juzgado chispos o enamorados. Niños que flirtean, que sé yo. Infelices. Manu canturreaba “te vi” y yo le respondía “juntabas margaritas del mantel”. Luego Manu volvía a repetir el estribillo. Dramatizaba. Bebía. Llenaba la boca. Ponía por las nubes mis talentos como gourmet. Salvado el estupor, comencé a sentirme viuda y grotesca. Precipité el final de la cena ignorando los restos de comida en el plato y me llevé la crisis de ansiedad a la cocina, lejos de la apelación susurrada de Manu. Me hubiese hecho sangrar los nudillos fregando la vajilla de no ser por la promesa que te hice. Ama y déjate amar, me dijiste, burlón hasta el último momento. Entonces le llamé. Se me ocurrió pensar que podría remangarme los puños de la blusa. Manu introdujo una de sus manos en el agua. Con la otra me desnudó suavemente el antebrazo.

 

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