Una duda razonable

Carlos López Martínez · Gijón 

La verdura estaba envenenada con arsénico, así lo había mostrado el perito químico al instructor tras ser interrogado por el fiscal. Pero el caso no estaba perdido todavía, o por lo menos, eso pensaba Juan Gómez, abogado de oficio asignado a la defensa de una mujer acusada de ser una «viuda negra»: ¡Aún podía crear la duda sobre quién había mezclado el veneno entre la lechuga del difunto! -¿No es cierto, señora Fernández, que usted amaba a su difunto esposo? -¡Así es, yo le quería! -¡Y él la amaba a usted! Así lo muestra esta carta escrita con su letra sólo dos días antes del trágico suceso: «¡Cariño, sólo te quiero a ti!¡Te juro que me arrepiento de haberle dado aquel maldito beso a tu hermana!¡Fue un momento de descontrol, perdóname!» Usted le había perdonado, así pues, ¿Tenía algún motivo para querer matarlo? -¡Ninguno!

 

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