Un gusto exquisito

Ignacio Hormigo de la Puerta · Isla Cristina (Huelva) 

Tenía para las mujeres un gusto digno del mejor gourmet. Las elegía atléticas, fibrosas; auténticas esculturas vivientes. Nadadoras de crawl, gimnastas rítmicas, velocistas capaces de recorrer los cien metros en el breve lapso que media entre un parpadeo y otro; cómo resistirse ante tan deliciosos cuerpos. Las miraba y sus ojos se llenaban de codicia como los ojos de los niños cuando miran un juguete ajeno; las deseaba tanto. Cada cuatro años buscaba trabajo en la villa olímpica de turno; jardinero, limpiapiscinas, cocinero, poco importaba. Su arrebatadora sonrisa y una invitación a cenar hacían el resto. Nunca llegó a pisar el juzgado, no hubo lugar para juicio, condena o un recurso de apelación que, sin duda, habría sido desestimado. Todo terminó la noche en que la invitada fue una levantadora de peso ucraniana. Los riñones estaban exquisitos, él desconocía su fatal hipersensibilidad a los anabolizantes; la crisis alérgica dictó sentencia.

 

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