Sopa con pelo

Isabel González González · Madrid 

En casa todas las crisis comienzan igual. Mi padre es un gourmet y si encuentra un pelo en la sopa, se queda rígido. Con la cuchara tiesa en la mano. —Niños —mueve la boca como un autómata—. Buscad a vuestra madre. Nosotros arrastramos los pies hasta la cocina, se la traemos al juzgado del comedor y mamá es procesada por la severa ley del que no soporta una paella pasada. No hay apelación que valga. Mamá es considerada culpable. Aunque últimamente las cosas están cambiando. Ayer papá volvió de trabajo con ese olor a vino y a almizcle que debe haber en su oficina. Mamá lo besó, le quitó algo del hombro de la chaqueta y dijo: “el caldo de hoy va a encantarle a vuestro padre”. Así fue. Papá ingirió todo sin emitir ni un sonido. Hasta ese cabello largo y rubio que flotaba en mitad del plato.

 

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