Profesor de pintura

José María Bento San Roman 

Valdeluceros, 1936. Aterido de frío, el profesor abrió los ojos. La camioneta, con las luces encendidas, paró en el arcén y los guardias sacaron a empellones a los prisioneros, agrupándolos sobre la nieve sucia. Tras la camioneta asomaba una ametralladora, colocada en prevención de cualquier fuga. Un cura apresurado y varios falangistas nerviosos completaban aquel cuadro trágico iluminado por la luz del amanecer. Aquella imagen le recordó al profesor una pintura de Millet. Cuando sonaron los disparos y cayó de espaldas alcanzó a ver un trazo de sol en el horizonte antes de que el tiro de gracia lo oscureciera todo. Valdeluceros, 2008, día de la Constitución. El magistrado y el forense firman atestados. Unos jóvenes con piquetas escarban agachados en torno a catorce esqueletos que afloran de la cuneta en extraños escorzos. Junto a unas balas retorcidas y un reloj parado asoma un pincel oxidado y deshecho.

 

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