Pequeñas delicias

Francisco José Melero Maíllo · Barcelona 

Siempre que los casos lo permitían, me escapaba a comer al restaurante “Pequeñas Delicias”, cercano al despacho. Como reconocido gourmet que soy, me seducía su exquisita cocina, sus elaborados platos y, especialmente, aquella facilidad para hallar constantes sabores sorprendentes, además con una excelente relación calidad-precio. Era uno de esos negocios a los que la crisis jamás puede afectar. Pero aquella semana se superó, rozando lo sublime. Tiempo después me contrataron para llevar la apelación de un asunto espinoso, relacionado con la desaparición de varios niños de la calle que ya no mendigaban por el barrio y sus alrededores. El cliente que me enseñaba la documentación del juzgado resultó ser el dueño del “Pequeñas Delicias”. Cuando me ofreció un bombón que guardaba con celo en su maletín, y vi cómo miraba la foto de mis hijos sobre el escritorio, una náusea repulsiva me encharcó la boca.

 

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