Niños

José Manuel Montero Ferreiro · Buenos Aires (Argentina) 

Éramos niños raros. Gastábamos las tardes en representar juicios imaginarios. Juan siempre era el fiscal. Yo, el defensor. Hasta que nos peleamos y dejamos de hablarnos durante veinticinco años. La crisis estalló el día que Susana, que oficiaba de jueza, dictó un fallo en mi contra. Ahora Juan es fiscal de cámara y yo presenté la apelación sólo para volver a medirme con él. Nos citamos en un restaurante de esos que llaman gourmet, que tienen mejor agente de prensa que cocinero. Juan propone una condena menor a cambio de la colaboración de mi cliente. Yo me niego con la frase amenazante que usábamos de pequeños: “Nos veremos en el juzgado”. El acuerdo me convenía, porque mi cliente es culpable hasta la médula. Pero no toleré la respuesta de Juan cuando le pregunté si había vuelto a ver a Susana. La ve todos los días. Tienen dos varones.

 

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