La ruleta

Francisco Fernández Núñez · Torrelavega, Cantabria 

La ruleta comenzó a girar y el crupier lanzó la bola. “Treinta y uno, negro, impar, pasa”. El magistrado clavó su mirada de nieve en el tapete y se quedó como alelado. Toda aquella parafernalia le producía escalofríos de placer. A la mañana siguiente, sentado en sala, aún seguía fascinado. Entraron los abogados y concedió la palabra a la parte actora. El joven letrado expuso sus argumentos con entusiasmo aunque con una prevención: no citar la Constitución. Sabía que a su señoría no le gustaba. Sin embargo, el magistrado hoy no escuchaba leyes ni jurisprudencias. Su mente fantaseaba con la ruleta mientras jugueteaba con dos minúsculas pinturas gastadas por el uso, una roja y otra negra. Recordó el zumbido de la rueda, el novamás del crupier al pasar su mano sobre las fichas, y la bola saltando hasta caer en su suerte. Entonces escogió color y garabateó su fallo. Desestimada.

 

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