Érase

Alejandro Conde Arias-Salgado · Valladolid 

Todo comenzó en un abarrotado comedor social. El acusado, tras explicar que un gourmet no podía tolerar semejante bazofia, había lanzado su ración de estofado a un policía y ahora rendía cuentas. La vista de la apelación transcurría monótona cuando apareció el testigo, un compañero de piso del reo que no había podido comparecer ante el Juzgado a causa de una crisis nerviosa. Su declaración arrancó en medio de balbuceos inconexos. – Conteste a lo que se le pregunta, – intervino el Presidente– ¿el acusado consumía drogas? – Yo le dije que aquello no estaba bien – Por primera vez, la voz del testigo había sonado clara. – Lo de las drogas… – terció el abogado. – No. Lo de los niños. Un silencio viscoso invadió la Sala mientras el declarante dejaba vagar su mirada. Luego continuó: – Él siempre me pedía que vigilara el tiempo. Por el sabor.

 

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